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La crisis de hoy que empezó ayer

Recientemente he tenido la gran oportunidad de conversar con uno de los grandes economistas de este país, Don José María Gay de Liébana para los estudiantes de UNIDEMA sobre el devenir de los acontecimientos tras la crisis sanitaria de la COVID-19.

Antes de publicar la misma, es interesante empezar este blog con un breve repaso de dónde partimos para poder inferir hacia dónde vamos (o hacia dónde podemos ir).

Sin duda, todo sistema político y educativo debería priorizar no el dirigismo, sino el pensamiento crítico. Que cada individuo pueda tener la capacidad de realizar las mejores preguntas y ofrecer las herramientas para que pueda responder de la manera más certera, y, en base a dichas respuestas, su experiencia, su entorno y  sus reflexiones, poder actuar en consecuencia.

Aunque nunca es tarde si la dicha es buena, no hay nada mejor que equivocarse rápido y barato, aprender y seguir creciendo.

Hoy por tanto nos centramos en de dónde venimos. La crisis sanitaria de la COVID-19 ha puesto en jaque, además de los sistemas sanitarios, a las economías mundiales. Del primero se ha hablado largo y tendido, y no queda otra que alabar el papel individual de los sanitarios al tiempo que optimizar el sistema para que no vuelva a ocurrir algo así, sin complacencia, pues se ha demostrado que, ante un mismo e idéntico problema originado de manera simultánea (en un mismo espacio de tiempo), no todos los sistemas sanitarios han podido afrontar el problema con el mismo éxito. A nivel económico, no es un sector, ni dos, ni un país, es todo. Sectores enteros (automoción, aeronáutico, hostelero, turismo…) y países enteros (China, EE.UU, España, Italia…). Sin duda, se acercan momentos de gran tensión, pero, ¿es todo provocado por la COVID-19? ¿Cómo iba la economía antes de la COVID-19?

Veamos algunos síntomas que iba mostrando la economía:

Acumulo de deuda pública: Aunque lo particularicemos para el caso de España, es similar en la inmensa mayoría de países de nuestro entorno. En el inicio de la crisis de 2008, la deuda de España respecto el PIB era inferior al 40%. Es decir, respecto el valor en euros del 100% de todos los productos y servicios producidos en España, el montante de deuda representaba un 40%. Actualmente ronda el 100% de la misma. Eso en términos relativos, en términos absolutos:

-Deuda en 2007: 383.788 millones de euros (383.788.000.000 €)

-Deuda en 2020: 1,22 Billones de euros        (1.224.161.000.000 €)

En este sentido me gustaría detenerme aunque sea brevemente. En 2007 explotaron simultáneamente tres burbujas como bien explica el economista Juan Ramón Rallo, a saber, burbuja financiera, burbuja inmobiliaria, burbuja de ingresos (y gasto) público.Burbuja financiera: Con la crisis económica vivida en la época del 2000 (conocida como crisis “de las punto com” y demás acontecimientos vividos en dichos momentos como la caída de las torres gemelas), se realizaron enormes esfuerzos por mantener la economía y relanzarla. A saber; bajadas de tipos de interés e inyecciones de liquidez. Todo ello provocó una auténtica tormenta perfecta en los mercados financieros con instrumentos opacos, agencias que no fueron capaces de entender la magnitud del problema, y una serie de problemas de liquidez financiera que estalló llevándose por delante no solo entidades financieras sino una cantidad importante de empresas que dependían de ellas.

Burbuja Inmobiliaria: Sin entrar en materia, las llamadas políticas expansivas promueven el endeudamiento y la huida hacia activos “de riesgo”. Dichas políticas entraron de lleno en la economía española, bajo el pretexto del “ladrillo nunca baja” y “total, si me va mal la cosa, lo vendo y encima me gano un dinerillo”. Entidades financieras luchaban por ver cuál ofrecía mejores condiciones de hipoteca, financiando no solo el 100% del inmueble sino, además, dinero para el coche y las vacaciones “todo un chollo”. Pero un día se descubre la trampa y todo cae como un castillo de naipes dejando a muchas personas fuera del sistema sin capacidad de volver a entrar en él (empresarios arruinados, trabajadores sin capacidad de poder reciclarse…)

Burbuja de ingresos (y gasto público): Todo ese movimiento generó enormes ingresos públicos, masivas contrataciones (más de 1,5 millones de contrataciones directas en la construcción que aumentaban, entre otros: IRPF y Seguridad Social) compras de mercaderías (IVA) ganancias de sectores inmobiliarios y afines (Impuesto de Sociedades), Construcciones (Impuestos a la Construcción) así como toda la actividad auxiliar (mejor renta, mejores vehículos, mejores vacaciones…). Toda una visión (artificial) de riqueza generalizada que hinchó las arcas públicas hasta límites nunca vistos y, del mismo modo, se aumentó el gasto hasta límites tampoco vistos. Mucho de ese gasto no era gasto puntual sino gasto estructural lo que, con una caída masiva de los ingresos empresariales, que derivaron en una caída masiva de ingresos estatales, generó un aumento masivo del endeudamiento. Para hacernos una idea, en 2007 se ingresaba 174 mil millones más que solo 6 años antes y también se gastó 149 mil millones más (gasto que siguió creciendo e ingresos que cayeron en picado). Para hacernos una idea de la magnitud de la cifra, todo el recorte de gasto presupuestario ACUMULADO desde 2009 (año en el que empiezan los recortes/ajustes presupuestarios) hasta 2016 (en 2017 comienza de nuevo a incrementarse el gasto público) no supera los 21 mil millones de euros. Cuando pinchó la burbuja inmobiliaria y pincharon los ingresos estatales, se acumularon desequilibrios estructurales disparando la deuda del estado.

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Evolución ingresos públicos vs gasto público

Alta tasa de paro: Este es un síntoma muy particular del caso español. En el inicio de la crisis de 2008, la tasa de paro en España era de 8,57%. La tasa de paro de España en 2019 se situó en el 14,23%. En términos absolutos, previa a la crisis de 2008, había en torno a los 2 millones de desempleados y, en 2019, cerca de 3.2 millones. Afrontar una nueva crisis partiendo de una parte de la población (tan importante) sin empleo, es afrontarla con una (posible) mayor contracción del consumo, del ahorro, de la inversión y por ende, de la actividad económica en su conjunto.

A nivel global, ¿de dónde venimos?

Incremento de los Planes de Estímulo: Sin duda, una consecuencia de los periodos de alta liquidez (QE) y bajos tipos de interés aumenta la efervescencia de activos que, dentro de una cierta apariencia de seguridad, puedan aportar un cierto retorno, como indica el economista Daniel Lacalle “las burbujas siempre se dan en activos aparentemente seguros”. Durante este tiempo hemos visto como el precio del oro se ha disparado al tiempo que los bajos tipos de interés y la demanda por parte de los Bancos Centrales ha bajado de manera muy significativa las primas de riesgo (vemos como países se financian a tipos negativos, o, lo que es lo mismo, cobran por pedir dinero prestado en lugar de pagar interés por el dinero recibido). También se observa una clara alza de los precios de las acciones empresariales (sobre todo de los índices no bancarizados (bajos tipos de interés = bajos ingresos por el margen de intermediación) como, generalmente, ocurre en los europeos). En este sentido, podemos introducir el concepto de la velocidad del dinero, la cual, de manera prolongada ha ido disminuyendo, siendo indicador de, entre otros, que dicha oferta monetaria (“dinero”) no acaba llegando a la reactivación de la economía real, pues cada vez, cada unidad monetaria pasa a un menor número de manos en un determinado espacio de tiempo. Este punto podremos extendernos en próximas entradas del blog por lo interesante que resulta, ahora podemos quedarnos con estas líneas generales.

Gráfico Velocidad del Dinero (Agregado Monetario M2)

El 14 de agosto de 2019 la curva de tipos se invirtió: Aunque es una cuestión de tipo “macro” la lectura de dicha circunstancia tiene grandes consecuencias en la economía mundial y evidentemente, en la española. Mientras los analistas miraban con recelo cómo esta se iba aplanando, las alarmas terminaron saltando con el desenlace. La curva de tipos (fundamentalmente del rendimiento de los bonos a corto plazo versus los rendimientos a largo plazo de la deuda de Estados Unidos) viene a representar cómo es la diferencia entre financiarse a corto plazo y a largo plazo. En el corto plazo es habitual que la financiación sea más barata (menor tipo de interés) que en el largo plazo. Esto puede tener su explicación en la lógica el pensar que, si hemos sido candidatos a recibir una financiación hoy, se asume que las circunstancias que nos rodean no deban cambiar de manera excesiva en un espacio corto de tiempo, por lo que, si hoy somos solventes, mañana seguiremos siéndolo. Siguiendo ese argumento, a largo plazo hay más variables que pueden influir en nuestra capacidad de solvencia, por lo que, el riesgo de no poder devolver el dinero prestado será mayor y se nos exigirá un interés mayor. Eso es lo normal, o lo habitual. En determinadas circunstancias, (hasta ahora a todas y a cada una le ha seguido una contracción económica importante), el rendimiento cambia, por lo que es más económico financiarse a largo plazo que hacerlo en el corto.
Esto puede deberse a varios motivos, que, de manera separada o simultánea producen dicho efecto. Una razón puede ser que, a ojos de la comunidad inversora y económica, en el corto plazo puedan venir tiempos complicados, lo que produce que, de manera generalizada, prefieran invertir más a largo plazo, ya que se sienten más cómodos y, dicha acumulación de capital a largo plazo aumente la oferta. Mayor oferta acumulada provoca irremediablemente que baje el precio y deban aceptar un menor interés dichos inversores y por tanto pagar menos los deudores.
Una segunda razón pueda deberse a que, de manera generalizada, los planes financieros pasados y los motivos por los que fueron solicitados grandes sumas de capital, no se estén cumpliendo, obligando a muchas entidades a solicitar de manera urgente refinanciación de dichos posibles impagos. Por ejemplo, si un país se endeuda a largo plazo en el año 2000 (bonos a 20 años), intuyendo que los planes de recaudación de impuestos lograrán obtener solvencia suficiente para devolver los préstamos solicitados de manera cómoda y, en lugar de obtener una mayor recaudación obtienen una menor recaudación que la planteada (por ejemplo, por una contracción de la actividad económica), deberán refinanciar de manera urgente los planes de vencimientos de dichos bonos.

Sin entrar en mayor detalle, bien merece un análisis de cómo la reserva fraccionaria (junto con la poca competencia) y el descalce en plazos del sector financiero puede o ha podido contribuir a una circunstancia como la que se ha venido dando, incluso poner en el centro de dicho debate el papel de la moneda fiat como catalizador de los actuales ciclos económicos.Bajas tasas de crecimiento: Antes del Coronavirus, ya las diferentes economías venían mostrando una ralentización importante (y preocupante). Desde China que nos tenía acostumbrados en los años 2003-2010 a tasas de crecimiento de dos dígitos, no ha parado de bajar hasta situarse en el crecimiento más bajo desde 1990. Estados Unidos frenó su crecimiento experimentado desde 2016 para llegar a un crecimiento del 2.3%. Importante también (y alarmante) fue la evolución del crecimiento de Alemania, que salvó de entrar en recesión en 2019 por la mínima, cerrando el año con un último trimestre de crecimiento negativo (similares datos para Francia e Italia con crecimiento muy pobre para el conjunto de la UE). Preocupantes los datos de Japón, que cerraron 2019 con una caída del 1.9% (anualizado sería de más del 7%). Hablamos de datos pobres e incluso negativos de las principales economías del mundo, las más exportadoras y las más consumidoras, y todo antes de la llegada del COVID-19.

Caída generalizada en los PMI: El PMI es un índice, elaborado por la empresa Markit. Se utiliza como indicado al ser una encuesta mensual realizada a las empresas más representativas de cada sector. Representa la fortaleza o debilidad de una economía en base a los datos recabados en materia de producción, nuevos pedidos, precio y ocupación que son las preguntas que se realizan a cada una de las empresas. Un índice por encima de 50 significa que la economía está en expansión, inferior a 50 significa que está en contracción (muy por debajo bien podrían indicar el inicio de una recesión). Son datos que se publican de manera periódica, mensualmente, y pronostican el devenir de la economía por ser las empresas las primeras en recibir el sentir del mercado.
En la zona euro, desde febrero de 2019 está por debajo de 50 (mostrado en la imagen siguiente). En China desde finales de 2018 presenta datos por debajo de 50. Igual para Estados Unidos, con PMI’s por debajo de 50 desde el tercer trimestre de 2019.

Confianza de los CEOs: Otro indicador muy interesante es el índice de confianza de los CEO’s (Directores Generales) de las principales empresas. Estos, suelen advertir antes que el mercado, dificultades económicas. Ante una bajada significativa de la confianza de los CEOs, le sigue una crisis económica. En 2019 los niveles de confianza bajaron hasta niveles cercanos a los previos de anteriores crisis económicas. Estos datos, pueden contrastarse con la confianza que tienen y expresan los consumidores. Lo interesante del mismo es que, de manera generalizada, cuando difieren significativamente las expectativas de ambos grupos (los CEOs son muy pesimistas mientras que los consumidores son muy optimistas) le ha seguido una gran turbulencia económica. 2019 fue un año donde la diferencia ha sido muy significativa hasta el punto de encontrarnos con una de las diferencias más grandes vista hasta ahora. Esto evidencia, en parte, esa falsa sensación de “nadie lo vio venir”, “si hace unos meses todo el mundo consumía y nadie se quejaba”.


Lo expuesto es, en líneas muy generales, de dónde venimos, seguro que encontramos más (y mejores o más preocupantes) datos e indicadores. Todo esto nos tiene que hacer pensar hacia dónde iremos y cómo poder adelantarnos a posibles circunstancias futuras. Del mismo modo que, con una certera información, pocos habrían invertido su dinero en el sector inmobiliario en 2007, con la información actual, deberemos no solo replantearnos el destino de nuestros ahorros (si tenemos) sino, nuestro propio desarrollo personal y profesional.

Sin duda estamos en una época de cambios, época donde, además de los acontecimientos puramente económicos y de índole social que estamos experimentando, todo aquello que pueda ser digitalizado, tarde o temprano acabará digitalizado. Ya lo hemos visto, ¿hace cuánto tiempo que no acudimos a un videoclub? ¿seguiremos yendo a una agencia de viajes a comprar un billete de avión? ¿Cómo serán las “oficinas del futuro”? ¿Se impondrá el teletrabajo? ¿Afectará el mismo a los núcleos poblacionales? ¿Y a esa España vaciada? ¿Qué pasará con los cientos de miles de oficinas repartidas por las grandes ciudades?

Sin duda todos los sectores van a ser afectados, tanto para ir a mejor como para todo lo contrario. Todas las preguntas que nos hagamos, contestadas desde un punto de vista crítico, sin prejuicios, y con la menta abierta, es un magnífico ejercicio.