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Oda a mis AirPods

Hace dos semanas me compré un par de AirPods, unos auriculares inalámbricos de Apple. Estos se conectan automáticamente por Bluetooth tanto a mi iPhone como a mi MacBook. Gracias a ellos, mi productividad ha aumentado significativamente. Cada vez que me los pongo en las orejas se conectan automáticamente a mi móvil. Si se me descargan fuera de casa, solo con guardarlos en la caja y se recargan rápidamente. La caja también se carga automáticamente.

Gracias a esta tecnología puedo dejar el móvil cargando y moverme más cómodamente por la casa, cocinar y limpiar. También puedo entrenar mucho mejor sin preocuparme por dónde guardar el móvil mientras muevo los brazos o por si se me cae constantemente como antes. Puedo ser más productivo durante mis desplazamientos. Tengo más tiempo el móvil con batería fuera de casa porque ahora siempre que estoy en casa lo tengo cargando, lo cual puede salvarme en caso de emergencia. Hago un uso del móvil más eficiente gracias a la posibilidad de dar órdenes y dictar a Siri, lo cual ya me ha beneficiado en lo profesional en este poco tiempo. Hace no tanto, para hablar con el teléfono no podías moverte de dónde tuvieses el teléfono de casa conectado, que con suerte tenías una silla cerca. Yo aún recuerdo el teléfono en casa de mi abuela el que para usar tenía que acercarme una silla si quería estar cómodo. Estas restricciones en nuestra movilidad y por tanto productividad ya son historia.

Apple ha diseñado y fabricado este nuevo producto sin preguntarme. Si algún director creativo de Apple me hubiese preguntado cómo mejorar los auriculares clásicos, hubiese dicho que con auriculares más largos. Igual que reza la famosa frase de Henry Ford, ‘‘si le hubiera preguntado a la gente, me habrían pedido caballos más rápidos’’. O más cerca a la casa Apple, el mismo Steve Jobs dijo que ‘‘la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas’’. Pues es verdad. Parte de la función empresarial es intentar predecir qué bienes serán—o podrán ser una vez ofrecidos—demandados por los clientes.

Para esto, primero tienen que conocer el mercado y luego arriesgarse. El emprendedor desarrolla una idea y con ella genera información ex novo, de la nada, y no sabe cómo será aceptado su bien. En el caso de los AirPods, los capitalistas encargados de Apple tienen que pagar primero los sueldos a sus trabajadores. Citando a Joseph Salerno, ‘‘el capitalista elimina la carga de la espera de sus ingresos a los trabajadores’’. Estos sí que tienen que esperar para ver los frutos del resultado de su inversión el tiempo que duren los procesos productivos necesarios para diseñar y colocar los AirPods en el mercado. Esto es un riesgo que puede salir positiva o negativamente.

Este bien que ofrecen puede ser similar en cuanto a características físicas o técnicas a otros bienes ya en el mercado, por lo que puede darle una idea al emprendedor sobre cómo producir el bien y cómo ofrecerlo. Pero se tiene que asegurar de que este bien sea un bien diferenciado de todo otro bien ofrecido. El objetivo del emprendedor debe ser el de formar una demanda por su bien cercana a la que se daría si el empresario tuviese un monopolio sobre este, es decir, convertirse en el principal proveedor del bien a pesar de tener competencia a la que los clientes podrían ir.

En este caso, Apple ha creado unos auriculares que, aunque se parezcan a otros introducidos en el mercado anterior y posteriormente, para mí son un bien distinto al resto de auriculares inalámbricos. Sin los datos delante, es posible que los AirPods pueden ser demandados más que otros auriculares inalámbricos y considerados por tanto como un bien veblen por algunos. Pero el problema es considerar que la demanda del mismo bien aumenta conforme aumenta el precio. Son bienes distintos los ofrecidos a menor y mayor precio. Para mí los AirPods son un bien por si mismo, no unos auriculares inalámbricos cualquiera, sino unos posibles de conectarse a otros dispositivos Apple automáticamente. Por lo que para mí otros auriculares inalámbricos, dependiendo de la calidad, pueden no ser bienes, y, de serlo, serían un bien distinto. Tampoco es la misma gente la que valora más el bien conforme aumenta su demanda, son distintas personas a través de la gráfica de bienes veblen. Lo que quiere decir es que, de ser los AirPods un bien veblen como sí que se ha llegado a considerar otros productos Apple, es que somos más los que consideramos los AirPods como un producto deseable que los que consideran otros auriculares inalámbricos como un bien de valor más elevado.

Una empresa, Apple en este caso, fabrica el bien, el cual llega a un centro comercial cerca de mí. El director de Apple no sabe quién soy yo ni cuanta gente como yo va a querer su producto, pero el producto sigue ahí listo para que yo lo compre en cuanto me acerco al centro comercial más cercano. Esta coordinación parece que necesita ser planificada centralmente, pero no. Todo es parte de un orden espontáneo que nadie controla ni nadie planea, pero aún así, gracias a los incentivos de los actores de perseguir sus fines más deseados, en mi caso el de escuchar música y podcasts con mayor movilidad mientras realizo más actividades más eficientemente y Apple ganar para pagar a sus trabajadores y accionistas, conseguimos que ambos obtengamos beneficios de nuestros intercambios, los cuales cuando se hacen voluntariamente como en este caso tienen que ser necesariamente beneficiosos para ambos ex ante, o no se producirían.